Dolores Sala tenía cinco años cuando ella y su familia llegaron al puerto de Barcelona después de un largo viaje desde Melilla en un “barco platanero” para instalarse al Somorrostro. Una vez que habían levantado la barraca, su padre continuó trabajando de pescador, tal como había hecho en África, y su madre se puso a trabajar en el servicio doméstico. Allá vivieron durante 13 años hasta que en 1966, coincidiendo con una visita del dictador a la ciudad de Barcelona, para quien las autoridades locales organizaron unas maniobras militares en la playa, hizo tomar la decisión rápida y expeditiva de derrocar las últimas barracas de las familias trabajadoras inmigrantes.
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El día 23 de marzo de 2011 la memoria de aquellas vidas complicadas, duras y sacrificadas quedó restaurada con el acto solemne que se celebró en la playa que este día recuperó su nombre con el descubrimiento de una placa por parte del alcalde de Barcelona, Jordi Hereu, acompañado de los miembros de la comisión ciudadana para la recuperación de la memoria de los barrios de barracas de Barcelona. La placa dice: Playa del Somorrostro. Barrio de barracas (c.1875 – 1966). Los impulsores han propuesto la colocación de un conjunto de elementos conmemorativos y de señalización para hacer visible la memoria de una parte importante de la ciudadanía de Barcelona, la que vivió en los barrios de barracas, porque no se borre el recuerdo de su historia y reciban el reconocimiento público que merecen.
Para no olvidar la historia humana
De este modo se los reconoce el protagonismo en la historia de la ciudad y se inicia un proceso de recuperación de la memoria del barraquismo, fruto de la iniciativa de un conjunto de personas e instituciones, cómo: el Museo de Historia de Cataluña y del de Barcelona que presentaron las exposiciones Somorrostro (2003) y Barracas. La ciudad informal (2008), respectivamente, de las cuales el alcalde dijo que al visitarlas “además de aprender te tocaban el corazón”; los trabajos de la profesora de la Universitat de Barcelona, Mercè Tatjer; y, tal como se hizo constar, del “mejor periodismo” continuador de la obra de Francesc Candel y Josep María Huertas Claveria, personificado en los reporteros de Tv3, Alonso Carnicer y Sara Grimal, que a raíz de su trabajo para el programa “30 Minutos” Barracas. La otra ciudad y el documental Barracas. La ciudad olvidada a “Sin Ficción”, se planteó que había que recordar esta parte de la historia colectiva de la ciudad, a partir de la cual surgieron movimientos vecinales que han configurado la ciudad actual.
Es, precisamente, al final de este documental que una de las protagonistas, Julia Aceituno, pidió que hubiera un recuerdo público de los años del barraquismo, cuando dijo: “No quieren recordar que aquí estuvo el Somorrostro. Pues estuvo. Y estuvo muchos años, de sufrimiento, de penuria...”, y su hermano, José Aceituno, remachó, diciendo: “No, no hay ni un letrero que ponga Somorrostro...”. Julia, que ahora vive en el Carmelo, asistió emocionada al acto de colocación de la placa a la playa y agradeció el gesto destacando que la reacción del ayuntamiento había sido rápida.
Del Somorrostro a la Mina
También Dolores Sala, que del Somorrostro fué a vivir con su familia en el barrio del Besós y que, desde que se casó, vive en el barrio de la Mina, fue este día a la playa para participar de un acto considerado “de justicia”. Y, mientras tanto, un montón de sentimientos y recuerdos le hervían. De cómo tenían que vivir junto al colector a cielo abierto donde iban a parar el materiales de desuso de las fábricas, de cómo se tenían que esconder del “gravado” un policía corrupto con la cara marcada por la viruela que los extorsionaba y los amenazaba con traerlos a Palacio de las Misiones para enviarlos de vuelta de allá donde habían venido, ... A su lado le acompañaba su amiga, Maria Mancilla, también vecina de la Mina, que en su caso la historia personal empieza al Campo de la Bota, otro de los barrios de barracas que poblaban la ciudad de Barcelona y de los que el Ayuntamiento quiere recuperar la memoria. En total se colocaran cuatro elementos conmemorativos y nueve placas de señalización.
“El barraquismo de Barcelona –según la Guía de historia urbana. Barracas/BCN del Museo de historia de Barcelona- fue un fenómeno urbano, que nació a final del siglo XIX y perduró hasta el final del siglo XX. En un periodo de rápido crecimiento de la ciudad, los mecanismos típicos de alojamiento de los más desfavorecidos de los del inicio de la industrialización, como la división de pisos, las habitaciones realquiladas y las pensiones, se revelaban insuficientes para compensar la carencia de vivienda, en una ciudad donde era más difícil encontrar alojamiento que trabajo. El 1922, con un censo oficial de 6.000 barracas, el barraquismo ya conformaba una ciudad informal dispersa, con núcleos como el Somorrostro, Pekín y el Campo de la Bota, al litoral, y Tres Pinos y Can Valero, en Montjuic, además de una corona de áreas menores a los cerros y al pie de Collserola. Las barracas también se sitúan, (...) dentro del tejido formal de la ciudad, tanto en algunas islas a los dos extremos del Ensanche, como en zonas de contacto entre Sants y las Corts y Hospitalet”.
El acto de la recuperación del nombre de la Playa del *Somorrostro en un tramo que va desde el espigón del Gas hasta el Muelle de Marina, es la primera de una serie de acciones que hace el Ayuntamiento de Barcelona para homenajear el escalafón más desfavorecido de la inmigración, personas que trabajaron duramente entre los años 40 y 50 para ayudar a construir la Barcelona actual.